lunes, 10 de septiembre de 2012

Yo puedo solo....


Estimada Maricarmen, caramba, otra vez llegó la implacable fecha para entregar mi crónica y de verdad que para esta semana, sufro de bloqueo crónico y no he preparado nada. Y es que me ha tocado quedarme con mis hijos,  porque mi esposa está de viaje, así que entre las Olimpiadas de la semana pasada, el retomar las transmisiones de las Grande Ligas y  por supuesto  el pasármela  dando suspiros extrañándola… estas dos semanas se fueron volando y no estructuré la Crónica del Pana Maxi. Fíjate, que ayer hasta iba a escribirle a Adriana Rincón, para solicitarle un salvoconducto, pero entre limpiar la casa y preparar las loncheras de los chamos, pasaron las horas. Y es que si ves como está mi casa de limpia, se te aguarían los ojos de la emoción…y como buena  mujer seguramente pensarías, “Esto ni de vaina es obra de un hombre…”, pues si, la limpié yo. Tan brillante que Mr. Músculo se quedaría loco.

Imagínate nada mas, como han sido mis días durante este período de sobrecarga de funciones que desde las cinco y media de la mañana comienza mi decatlón diario. Levantarme y despertar a los chamos, que son dos, vestirlos, a la más pequeña inventarle un moño,  cola de caballo indómito, o ponerle su “vincha”,  y siempre recibiendo como recompensa, protestas tipo “¿Papá y cuánto falta para que llegue mamá?” .
Después a seleccionar y calentar, lo que llevarán en su lonchera, para escuchar tajantemente cuando llegan del colegio, “Los emparedados de mamá no son tan duros y raros”…Si ellos supieran que ayer casi pierdo un dedo, picándoles no sé qué para su almuerzo…
Y llega puntual el transporte y todavía no están listos. A pegar gritos,  acelerar los últimos detalles y correr para acompañarlos hasta el “busito”, con las dos mochilas, dos loncheras y las benditas cartulinas o láminas que estos carajos del colegio no se cansan de pedir…nojoda en total creo que he perdido como 5 kilos con esta prueba matutina de resistencia.
Se van los niños y empieza el subconsciente a decirte “Se te olvido decirles, darles o arreglarles alguna vaina…” Sudor, duda y respiración acelerada…volteo hacia el cielo, como lo hace el “Kid” Rodríguez despés de cada juego, pero no para agradecer , sino para pedir clemencia a Dios, de que los niños hayan llevado todo en orden. Uf…Por fin mi turno de relajarme,  para prepararme a trabajar, así que primero decido bañarme. Aplicando técnicas de PNL me preparo para disfrutar del agua, su claridad, sonido y temperatura; ya  con los ojos cerrados y casi en levitación, meto un pie en la ducha y “!Carajo! comienza el ring-ring del teléfono ¿¿¿Qué loco va a llamar a esta hora???...”Hola mi amor¡¡¡”—es mi esposa--- “¿Cómo estás?-¿Los niños? ¿Acuérdate de peinarlos, la comida debe estar a 100° Celsius y los jugos debes colocarlos en ángulo recto respecto a la tapa de la lonchera, y no la mandes con cintillo, bla, bla, bla…” ¿Maricarmen por qué será que ustedes creen que no podemos hacer las vainas de la casa como ustedes?? Que nervios vale…
Para no estresarte, no te quiero narrar el resto del día, ni mucho menos el final de la tarde, tiempo de  asignaciones escolares, arreglo de mochila, uniformes y zapatos, y lo mas exigente la cena…que no se puede repetir, es decir, ellos quieren que cada día diferente; por lo que me ha tocado inventar combinaciones impensables de sanduches, que si Chessewhiz con mermelada o mostaza sazonada con diablitos y rebanadas de salchichas… Y en dos oportunidades me he visto obligado a recurrir, a poner cara de lástima a las vecinas y amigos, buscando que nos inviten a comer a su casa…o peor optar por la salvadora “Junk Food” o comida chatarra…ojo que no se entere tu sabes quien…

Mari de verdad que espero que me entiendas y por favor le expliques a la directiva de El Venezolano, que para mi próxima columna, les aseguro que mi esposa ya habrá llegado y podré tener cabeza para redactar…porque esa vaina de ser Mamá Maxi no es nada fácil, y es que ni p’a escribir te queda tiempo…Ya vengo que sonó el pito de la secadora.